Del Amor y Otros Demonios
Cuando lo humanamente aceptable se convierte en religiosamente condenable
Cualquiera que sea la libertad por la que luchamos, debe ser una libertad basada en la igualdad.
Las calles de Lima se ven como murales en exhibición cada vez que voy en el auto. Las imágenes que se van proyectando en el marco del parabrisas, muchas veces, suelen ser aquellas que ignoramos a pesar de estar rodeándonos permanentemente. Cuando las descubres, caes en la cuenta de que son reales.
Estoy en el auto camino al trabajo cuando una joven pareja aparece frente a mi parabrisas y capta mi atención. Esbozo una sonrisa permisiva que las invita a cruzar sin problemas. De pronto, bastó una pausa para ver algo distinto e igual a la vez. Eran dos chicas muy hermosas, no tenían menos de 20 años, una más linda que la otra; tomadas de la mano al principio, y abrazadas después con la confianza y acercamiento que da el amor. Vuelve a aparecer aquella sonrisa en mi rostro celebrando aquella imagen. Celebrando la libertad. Celebrando esa muestra de amor sin escudos, expuesto y vivo. Mi sonrisa se borra cuando irrumpe en aquella imagen la presencia de aquel caballero parado en la esquina quien con ojos inquisidores e indignados también observa a la pareja. Es en ese momento que vuelvo a la realidad y esta me golpea haciéndome reflexionar: el tema de la unión civil no es un problema de leyes, es un problema de consciencia.
¿Qué hace diferente a aquella pareja de lindas chicas en relación a la pareja de una cuadra más allá, que con el mismo amor reflejado en los ojos de él, observa a su chica mientras conversan sobre el nombre que le pondrán al perrito que adoptarán? Absolutamente nada.
En qué momento decidimos ponerle género al amor. En qué momento el amor se convirtió en propiedad de dos seres de sexos opuestos. Hoy, luego de aquella escena decido escribir desde el otro lado (por decirlo de alguna manera). ¿En qué me afecta a mí, como ciudadano “normal”, que una ley permita la unión civil entre personas del mismo sexo? Absolutamente en nada. Por eso, esta libertad atrevida me faculta a poder opinar sobre un tema que no es más importante que otros que nuestros jurisprudentes congresistas muy bien podrían priorizar (seguridad ciudadana, educación, etc.), pero que pone en evidencia nuestra más cruda, anacrónica y obsoleta ignorancia. Ignorancia aprovechada por muchos para tergiversar y confundir.
Nuestro querido amigo Carlitos Bruce, en un arranque de sensatez y proactividad, decide proponer un proyecto de ley que permita la unión civil entre parejas del mismo sexo. No te lo puedo creer!!! (con voz de Felpudini) fue lo que probablemente muchos dijeron. Las respuestas y opiniones muy “acertadas” y “sesudas” no se hicieron esperar. La ignorancia disfrazada de moralidad tiene en una mano a la Biblia como escudo y al miedo como espada, en la otra. Los defensores de los sacrosantos designios de la iglesia nos gritan que estamos tocando las puertas del infierno, que nuestros hijos pagarán las consecuencias. Se jodió todo.
Resulta irrisible e indignante la reacción de los representantes de la iglesia. Para ellos sí está permitido que el “amor” se refleje en la pederastia (porque el hecho de ignorarla y evitar enfrentarla, no es más que una muestra de aceptación), mas no está permitido el amor entre los “hijos de Dios”. ¿No sé supone que su “Master Of Puppets” dijo: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”? En qué momento dijo: “Aguanta, siempre y cuando uno sea mujer y el otro hombre, sino… hablaos”.
Lamentablemente, esta vez nos enfrentamos a una sociedad hipócrita que no cambiará su posición; una sociedad que dice buscar la igualdad, pero que sigue discriminando en las discotecas, en la combi y hasta en sus propias conversaciones. Una sociedad que dice luchar por la libertad, pero que sigue reprimiendo a aquellos que piensan y sienten diferente. Esto que le pasa hoy al Perú es el resultado de los cambios que ocurren en el mundo. La evolución de la humanidad no solo está basada en cambios físicos o biológicos, sino también en cambios culturales. Hace más de 100 años se abolió la absurda y brutal esclavitud. Hubo enfrentamientos entre negros y blancos. Lincoln por allá y Castilla por acá. Sin embargo, fieles a sus convicciones y creencias tan básicas y primarias consiguieron la igualdad, una igualdad que nunca debió ponerse en tela de juicio. Hace casi 100 años también, las mujeres lucharon por la igualdad de derechos, una larga lucha que a pesar de haberla ganado, en nuestra sociedad sigue enquistada, la ofensiva y violenta diferenciación de género. Podría dar más ejemplos en los que la sociedad se ha visto enfrentada cuando una minoría busca un lugar que nunca se le debió quitar, que nunca debió perder.
Este proyecto de ley, va más allá de permitir la unión civil, se trata de respetar los derechos a la libertad e igualdad. Se trata de defender la libertad de sus hijos, amigos, hermanos; por Dios!, si quieren usar términos religiosos, del prójimo. No nos dejemos engañar y convencer por el miedo. ¿Miedo de qué? ¿del mensaje que recibirán nuestros hijos? Padres, sus hijos entienden el tema mejor que ustedes. Para ellos es muy simple. Si dos personas se quieren, cuál es el problema.
¿Por qué aceptamos que una persona de raza negra se una con otra de raza blanca?
¿Por qué aceptamos que una mujer ocupe cargos gerenciales y tenga mayor o mejor poder de decisión que un hombre?
¿Por qué no permitimos que personas del mismo sexo se unan? ¿Qué los hace diferentes de los dos ejemplos anteriores? Peor aún! ¿Por qué tenemos que hacernos estas preguntas?
Mientras nuestros prejuicios sigan controlando nuestras decisiones habrán más Carlos Bruce, o Pepes, o Juanes, o Pedros, o Claudias, luchando por algo que se les debería dar por el simple hecho de ser personas. No imagino un mundo en el que tengamos que pelear por defender nuestra condición como seres humanos. Pelear por eso no sería más que la decadencia de la humanidad.
Para ti, ciudadano de a pie, que aún no la tienes clara, no por falta de conocimiento, sino porque no te interesa ya que no te sientes afectado, empieza a asumir tu rol como persona, porque al final, sí nos afectará.
¿En qué momento decidimos ponerle género al amor? ¿En qué momento el amor se convirtió en propiedad de dos seres de sexos opuestos?
Cuando permitimos que nos dijeran qué hacer, y qué no, con nuestras vidas.